LOS ORÍGENES
Aunque parezca un lugar
común, es necesario situarnos en la cultura cristiana que puso los
cimientos de las “escuelas de la Junta” como se llamaran en
muchos pueblos y ciudades de nuestro país a las escuelas
estatales, aún después del Decreto- Ley de Educación Común del
año 1877.
Y desde ese lugar, seguir sin prejuicios los caminos que,
experiencias y conocimiento mediante, van elaborando y corrigiendo
las maneras de sentir y de pensar que trasladan el cuerpo de los
humanos desde su lugar de objeto de represión, a sitios más
respetuosos de la individualidad propia. .
En 1874 José Pedro Varela
escribe: “Los
ejercicios físicos primero, los ejercicios gimnásticos después,
darán satisfacción a
la necesidad de
movimiento que hay en los niños…”i
En ese mismo trabajo, dedica un capitulo entero al tema: “Esos
ejercicios deben considerarse no como un mero pasatiempo, sino con el
propósito de cumplir un objeto dado: sin embargo, aún cuando
supiera que no ejercen efecto sobre el bienestar mental moral y
físico de mis discípulos, los hubiera practicado en mi escuela, por
el placer que causan y como un descanso de una activa aplicación
mental.”ii
En la obra vareliana, la
educación del cuerpo está vinculada a la educación del espíritu.
Desde finales del siglo XIX, el Instituto de Instrucción Pública
envía becados maestros y maestras a Europa en busca de experiencias
pedagógicas renovadoras: de ahí nos viene llegando la educación
preescolar, pedagógicamente nacionalizada por Enriqueta Compte y
Riqué, con perdurables contenidos de atención al desarrollo motriz
por el trabajo manual en el aula y el placer del juego al aire libre.
Ya en el siglo XX se realiza
una breve experiencia de organización de Batallones Escolares, con
fuerte contenido de formación militar, en la que intervienen alumnos
del Internato
de varones y los de escuelas de 2º grado. Se privilegió la
disciplina y la salud corporal en actividades físicas al aire libre.
Joaquín R. Sánchez, documenta y defiende la necesidad de la
educación física, como instrumento para la defensa militar de las
sociedades.
En otra postura, en el 4º
Congreso de Inspectores de 1907 la Comisión de Protección Escolar
de Lucha contra la Tuberculosis da origen a las actividades sobre
salud de escolares y maestros, con la organización de escuelas al
aire libre y la Escuela Marítima que finalmente se transforman en
las tres colonias de vacaciones escolares aún en actividad.
El cuidado del cuerpo está
instalado, entonces, en el proceso ideológico y en las políticas
culturales. La coeducación, en tanto, se abre paso trabajosamente
en las prácticas escolares. Recién en 1926, se realiza el primer
campamento escolar, y es de varones.
EL NACIMIENTO.
Anales de Instrucción
Primaria de 1927 publica el “Informe del Inspector Técnico, señor
Emilio Fournié” en el que éste relata, informa y reflexiona
sobre la organización y las vivencias colectivas y personales del
primer Campamento Escolar. La iniciativa partió del Director
Técnico de la Comisión Nacional de Educación Física, y contó con
el apoyo entusiasta de autoridades y maestros de educación primaria
que desde hacía tres años reclamaban en vano recursos para realizar
esta actividad, convencidos de sus valores educativos.
Los trabajos de organización
fueron realizados por profesores de educación física y directores
de plazas de deportes de todo el país en numerosas sesiones de
intercambio en las que se delinearon tiempos, objetivos, actividades
de aprendizaje, de juego, de trabajo y desarrollo de actitudes de
convivencia con responsabilidad personal y colectiva.
Se tuvo muy en cuenta el
programa que se desarrollaba en las plazas de deportes que
prescribía: “…además de gimnasia y juegos formarán parte de
las actividades los Trabajos
manuales, Estudio de la naturaleza, Narración de cuentos, Música y
canto, Danzas gimnásticas y regionales,
así como deben tratar del mejoramiento de la energía mental y de la
formación del carácter.”iii
Se resolvió realizar el
campamento con 50 alumnos de la Escuela de Varones Nº1 de 2º
Grado; de once a doce años más o menos, de quinto o sexto año, que
fueran sanos, prefiriendo los de modesta condición social. El
director de la escuela debió entrevistar 110 padres, para conseguir
los permisos para la asistencia de sus hijos al campamento,
logrando que 46 lo aceptaran: cuatro de ellos con la exigencia de
que fueran los hermanos.
La Asociación Cristiana de
Jóvenes cedió sus instalaciones en Piriápolis, en la falda del
Cerro del Toro, y hacia ahí partieron el 3 de marzo de 1927, con la
emoción del primer viaje de sus vidas para la mayoría de ellos. No
fue sencilla la partida: debían tomar el ferrocarril en la Estación
Central, pero faltando quince minutos para la partida del tren “los
tranvías que debían ir a buscarlos no habían llegado, entonces el
Director Técnico, en varios autos y camiones condujo a los viajeros
y gran número de padres a la Estación Central llegando cuando
faltaban dos minutos para la partida.iv
Y no hubo mucho
tiempo para las emociones de la despedida: en un instante las risas
marcharon a un lado y las lágrimas al otro.
Las instalaciones en
Piriápolis se integraban con una edificio central de material, con
baños, cocina y un gran salón comedor., con agua corriente y luz
eléctrica. Los niños, profesores y maestros fueron alojados en
carpas en pequeños grupos. Están protagonizando, sin saberlo, un
punto de inflexión en las prácticas escolares elaborando conceptos
pedagógicos los docentes, derribando las paredes del aula, para
permitir la entrada de lo que estaba afuera, y al mismo tiempo,
construyendo los límites necesarios para la convivencia fraterna
desde cada uno, compartiendo los espacios.
El maestro Fournié opina: “Lo
más lógico era esperar que las circunstancias y el ambiente
dieran el tema (de la enseñanza): los cerros, las corrientes de
agua, la formación de nubes, las plantas, los animales de la sierra,
una víbora…..Ocurrió lo que lógicamente debía suceder:
cincuenta niños alentados a buscar y mostrar todo lo que les
interesaba, llegaron a juntar tanto material de estudio, que no sólo
formaron una buena colección para su escuela, sino que muchos
llevaron colecciones propias”.v
Destaca también el valor de
la participación en las tareas necesarias para el bienestar
colectivo, para la formación de valores, para la solidaridad y
la atención al otro en la vivencia diaria.
El informe termina
considerando la necesidad de instalar estas actividades en la vida
escolar, a pesar de sus costos, reclamando mejores presupuestos
nacionales para la educación.
AVATARES DE CRECIMIENTO
Al iniciar este encuentro,
disfrutamos del documento filmado sobre el campamento organizado por
el maestro Jesualdo Sosa, con sus alumnos de la Escuela de Canteras
del Riachuelo, en el departamento de Colonia en 1934. Se trata de los
protagonistas de Vida de un Maestro y La Expresión Creadora del
Niño, dos de las obras fundamentales en la producción de teoría
pedagógica latinoamericana.
En este documento vemos un
grupo de niños y el maestro con los medios de transporte a su
alcance –caballos, carro- instalándose en carpas en medio de la
arboleda costera. Llevan sus productos para la alimentación, sus
utensilios de cocina y su experiencia de cocinar con fuego de leña.
Lavan su ropa en la corriente de agua donde pescan y se bañan y,
presumo, beben contra la corriente con los saberes ancestrales de la
gente de campo. Literalmente: acampando. Exploran, miden, calculan,
observan, experimentan, hacen y aprenden. A su regreso, escriben,
informan, pintan, integran la experiencia vivida, a su currícula
escolar. Lo hicieron sin ayudas externas: ni local, ni transporte,
ni dinero oficial, ni personal de sostén. Pero acompañados.
Maestros, padres y vecinos apoyaron y festejaron la aventura. Y para
otros maestros, fue un estímulo para organizar jornadas similares.
Muchas escuelas fueron
transitando esos procesos de organización de “acampadas” en
paseos diarios a lugares adecuados por su paisaje, o sus
producciones, (chacras, playas, tambos, etc.) y algunas veces de más
de un día acampando en las instalaciones de alguna escuela amiga. La
coeducación, se instaló como un valor permanente y con eso un
nuevo relacionamiento social entre los escolares.
Este tipo de actividades
fuera del aula, siempre contó con las autorizaciones del cuerpo de
Inspección Escolar y el acompañamiento en dinero y presencia de los
padres de los alumnos.
Hay un tercer momento en la
historia de los campamentos escolares, que se basa en estas
experiencias anteriores y en la coordinación de la Comisión
Nacional de Educación Física y el Consejo Nacional de Enseñanza
Primaria.
En la década de los años 40
egresaron los primeros profesores de educación física que por
supuesto no alcanzaban para cubrir las necesidades de todo el país
En las escuelas, los días de “gimnasia” - que así se decía en
la jerga escuelera - eran esperados con avidez por los niños.
Maestros y profesores
empezaron a coordinar actividades. Necesitaron tiempo y puestas en
común de objetivos para integrar y desarrollar la expresión
corporal en el conjunto de los recursos para la elaboración y
comunicación de aprendizajes: observación, experimentación, juego
y trabajo en un medio natural que propicia el desarrollo afectivo y
la inclusión en el proceso de desarrollo humano.
Cuando empezó a funcionar el
Campamento de Parque del Plata como lugar de acogida a los
escolares, muchos maestros habían tomado iniciativas precursoras. En
febrero de 1941 – según documentan los Anales de Instrucción
Primaria de ese año- la Comisión pro fomento de la Escuela al
Aire Libre propone al personal escolar trasladar más de 150 niños a
la playa en la temporada de verano. Y pusieron manos a la obra.
De la organización se
ocuparon maestras y directora, con la colaboración del médico y el
odontólogo escolar. Para financiar este audaz proyecto, se integró
un numeroso grupo de colaboradores: la Región Militar de Minas
aportó 20 carpas equipadas para el descanso, la higiene y la
confección de alimentos. También colaboró la tropa como auxiliar
en las tareas de mantenimiento. Instituciones deportivas y comercios
aportaron elementos para juegos variados, medicinas, alimentos y
dinero. La Intendencia Municipal aportó camiones para el traslado de
los niños.
La Inspección de Escuela
autorizó la instalación de la escuela en la playa y contribuyó con
una suma de dinero. Con esa estructura inédita la escuela fue
durante 15 días literal y exactamente “al aire libre”. Se
realizó en La Floresta, porque la directora de la escuela pasaba
allí las vacaciones en la casa de la familia, y los vecinos
consultados manifestaron un amplio espíritu de colaboración. Que se
probó a los pocos días de instalados, cuando azotó el campamento
un temporal de lluvia y viento durante 24 horas. Entonces los niños
fueron albergados en casas de vecinos que los recibieron
integrándolos a sus familias, hasta que pasó el peligro.
El minucioso Informe elevado a
la Inspección de Escuelas por la directora destaca los aspectos más
valiosos de la vida en campamento: cuidado de la salud, conocimiento
en grupos, aprendizajes de participación y convivencia. Termina su
comunicación señalando: "…la
destacadísima actuación que le cupo a todo el personal de la
escuela al contribuir generosamente y con verdadero entusiasmo al
mayor brillo de la obra emprendida.”vi
A partir de la década de los
años 70 este modelo de educación pública -en todos sus niveles-
fue minuciosamente destruido. Creo que aquello que se aprendió, años
antes que el elefante -sin inocencia- entrara en el bazar, fundamenta
lo nuevo, sabiendo que lo re-construido nunca es igual a lo
originario.
Las políticas neoliberales se
han instalado en los organismos de gobierno de la educación y, en
vez de satisfacer las necesidades presupuestales que los docentes
proponen para atender a la educación del pueblo, toman entre otros,
igualmente discutibles, los tortuosos caminos de los Proyectos
Público-Privado.
Me estoy refiriendo al modelo
actual de organización de Campamentos Escolares establecido por el
CODICEN. En el Reglamento vigente para esta actividad, establece que
al docente que asiste con su grupo de alumnos se le da el rol de
participante
comprometido lo
cual es un claro retroceso conceptual y político de la función
desarrollada históricamente por el magisterio.
Pero, como también en nuestra
historia docente la construcción de saberes es norma, en el año
2014, dos profesoras de biología del Instituto Normal de Florida
realizaron el primer Campamento Científico para Maestros de
Educación Primaria en el departamento de Florida. De la
fundamentación de esta tarea tomo algunos aspectos esenciales:
-
El conocimiento se debe
incorporar en el niño y el joven
de un modo integrado.
-
La educación científica
es cultura que
incide en la autopercepción, los valores y tomas de decisiones de
los pueblos, cada día más necesitados de adoptar resoluciones con
proyección global acerca de problemas graves y urgentes que incluso
pueden comprometer su supervivencia y la del planeta,
-
El papel transformador del
maestro, como agente científico, social y cultural
es de primera importancia para un país que desea superar el estado
de atraso y postergación en el que hace muy poco estaba casi la
mitad de sus niños
Acordes con estos fundamentos,
los objetivos, destacan:
-
Participar en una actividad
de formación y perfeccionamiento en lugares donde el conocimiento
pueda ser vivenciado.
-
Despertar el gusto por el
trabajo en equipo, donde, es tan valorada la critica constructiva y
responsable, como el aprendizaje a partir de los errores,
valorándolos como parte del éxito de los frutos del esfuerzo y del
trabajo.
Creo que esta propuesta de
las docentes, recoge y reelabora la tradicional postura pedagógica
sobre la actividad en campamentos. Y, como viniendo de antes, se
refiere al ahora, abre perspectivas, inquieta, interroga, seduce con
la promesa de las sorpresas que trae variar los caminos. En
síntesis, la atracción de la vieja y recurrente espiral.
i
José Pedro Varela, La educación del Pueblo, TI, Montevideo, 1874,
p. 185.
iii
Anales de Instrucción Primaria T. III,
Montevideo, 1927, p. 3.
vi
Anales de Instrucción Primaria, Montevideo,
1940, p.400.